Homenaje A Mi Papá, Adelino
Si lees mis escritos notarás que muchas veces menciono a mi madre, pero no tanto a mi padre.
Hoy cambiaré eso. Comienzo por decir que tuve la incomparable fortuna de tener una pareja como padres que podría calificarse de inmejorable. Ambos se llevaban tan bien que a quienes los rodeaban les era difícil creer que nunca discutieran. Creo que la política que ambos tenían era similar a aquel chiste que dice así:
–¿Cual es tu secreto de la felicidad?
–Nunca discuto.
–Eso no es posible, tiene que ser otro…
—Será otro entonces.
Ella se enamoró de él años antes de que él notara su existencia, pero cuando Adelino decidió que Rosita sería la madre de sus hijos, ya no había vuelta atrás.
Ambos cultos, leídos, amantes de la música clásica, honestos hasta el tuétano, con una sed inagotable de aprender, amigos fieles de sus amigos, apoyo incondicional para sus hijos sin importar que locuras cometieran, eran “los padres del año” cada año que me tocó en suerte tenerlos.
Me enfocaré en Adelino. Recientemente tuve la suerte que su hermano menor, mi tío Tito, se dedicara a escribir recuerdos con su hermano mayor, con 15 años de diferencia. A través de sus palabras descubrí otras facetas y anécdotas que desconocía.
Siempre digo tanto a mi hija como a mi pareja, que es una lástima que no lo hayan conocido. Ella porque era muy chiquita cuando enfermó de depresión y cambió completamente de personalidad. El, porque Adelino falleció antes que nos conociésemos.
Mi padre me dijo lo siguiente: “ser tu amigo es un privilegio. Ser tu enemigo es un peligro”, refiriéndose en una lapidaria frase a mis mejores cualidades y mis peores características.
Él, en cambio, solo podía compartir la primera parte.
En sus largos 93 años hizo tanto por tantos. Tenía muchos amigos que lo querían y admiraban. Poseía una cultura general envidiable, a pesar de haber tenido que dejar el colegio secundario en tercer año para ayudar económicamente a la familia. Era de una generosidad sin limites con su conocimiento, sus intereses y sus estudios eternos. Leía libros y montones de publicaciones semanales. Y recortaba o copiaba aquellos artículos que, adivinaba, despertarían un interés particular en alguno de sus decenas de amigos. Cada semana, llevaba esos recortes a cada destinatario.
Durante décadas publicaron más de 200 de sus cartas de lectores en los principales diarios argentinos como Nación y Clarín, siempre en defensa de la flora y la fauna, de animales explotados por el hombre, de bosques talados, de pingüinos y vicuñas asesinados por su piel. Muchas cosas cambiaron gracias a sus campañas y su insistencia. Incluso llegaron a ofrecerle un cargo público desde donde tendría más poder para realizar cambios. Pero cuando preguntó si las decisiones las tomaría él o habría algún jefe, quien podía decidir por intereses económicos o políticos, y la respuesta fue “que tendría un jefe”, rechazó el cargo. Sus principios ante todo.
En las ultimas décadas, no salía de viaje sin llevar un pequeño álbum de fotos de las esculturas de su esposa, que mostraba orgulloso a quien se le cruzara.
Desde que empecé a trabajar en la TV, primero como modelo y luego de periodista, imagino que habrá aburrido a todos quienes lo rodeaban, contando cada mínimo progreso o triunfo de mi carrera.
Siempre tenía tiempo para quienes lo necesitaran. La vida, con muchos tropiezos y dolores, como la muerte de dos hijas, no le borraron la sonrisa y la actitud bonachona.
Fue el mejor hijo de sus padres y el mejor hermano de sus hermanos -de lo que acabo de enterarme por mi tío-, a quienes ayudó sin esperar nada a cambio durante toda su vida.
Tuve que esperar al último año de su existencia para escuchar de sus labios un “te quiero”, gracias a esa crianza chapada a la antigua, que no veía con buenos ojos las expresiones de emociones en voz alta de parte de los hombres. Pero me lo hizo saber de muchas formas diferentes.
Poseedor de un sentido del humor maravilloso y jamás hiriente, hizo gozar a generaciones de familiares, amigos y otros con sus chistes, su colección de frases y cantidad imposible de carpetas con datos y curiosidades coleccionadas durante toda su vida, además de sus cuatro libros publicados.
Más allá de todo lo ya mencionado, tenía la apariencia de un galán de cine, con lo cual hizo suspirar a interminable cantidad de damas que, encantadas, le habrían disputado el lugar a Rosita. No conozco detalles, pero seguramente mi madre habrá tenido que defender a capa y espada el amor de su príncipe, quien también contaba con un cuerpo musculoso y atlético, no tan común en aquella época, el cual mantenía gracias a su incomparable y metódica rutina.
Las reuniones en nuestra casa eran apoteóticas. Llenas de comida y bebida preparada por mamá y aportadas generosamente por el sueldo de Adelino, reunía unas 60 personas varias veces por año. Los asistentes eran poetas y escritores, músicos y artistas plásticos, biólogos y familiares. En ellas disfrutaban de lecturas y melodías creadas e interpretadas por los presentes en una experiencia enriquecedora para todos.
Es cierto que tuve que compartir con otros a mis padres. Y mucho. Tenían una gran vida social y cultural, además que les encantaba viajar.
Adelino tenía 77 años cuando nació Nicole, su única nieta. Lo que no hizo por sus hijos, lo hizo por ella, ya más ablandado en su vejez.
Gateando en cuatro patas con su nietita montada encima, jugó y le transmitió solo parte de su enorme caudal de conocimiento, como lo había hecho con el resto de la familia, incluyendo sobrinos. Desde enseñar la totalidad de calles de la ciudad de Buenos Aires, hasta curiosidades del mundo animal, vegetal, rarezas idiomáticas y mucho más. Para cuando Nicole cumplió 3 años, él comenzó a enfermarse de depresión. Tuvo un confuso episodio en el cual se desmayó en la calle estando solo. A partir de ése momento, creo que llegó a la conclusión que su juventud se había terminado, que sus posibilidades de progreso se encontraban en su pasado y que su presente y futuro no valían la pena. Durante una vacación tuvimos una larguísima conversación, tras la cual mostró una cierta mejoría, para volver a recaer. De alguna forma me siento aún responsable de no haber estado cerca en sus últimos años y no haber hecho más por ayudarlo. Su amante esposa hizo lo que pudo, y él, quiero pensar, se negaba a morir por no dejar a su compañera sola, aún sintiendo la humillación de ser ayudado hasta en las cosas más elementales, íntimas y personales.
Finalmente en agosto de 2010 tuvo una crisis respiratoria, mientras casualmente mi hija estaba de visita. Ella, con solo 16 años, tomó las riendas de la situación y consiguió de urgencia un tanque de oxígeno para salvarlo de morir ahogado. Tenía líquido en los pulmones y se encontraba en estado de coma. Era un domingo por la noche. Al día siguiente volé a Adrogué llegando el martes. Con mi madre decidimos que no lo entubaran para alimentarlo. El médico nos dijo que moriría de inanición. Ambas sabíamos que esa era la voluntad de Adelino y a pesar de que puede parecer una decisión cruel, nos mantuvimos firmes: ni entubarlo ni trasladarlo a un hospital.
El miércoles a la noche, abrazada a mi hija y con mares de lágrimas corriendo por nuestros rostros, le hablé convencida que quizás su cuerpo ya no estaba completamente allí, en mi antigua habitación, pero su cerebro y su alma sí.
“Ya está papi”, le dije. “Ya te podes ir. No te preocupes por mamá. La vamos a cuidar bien. Ya está, suficiente. Descansa en paz”.
Al día siguiente Nicole se fue a la casa de su otra abuela y esa noche él nos dejó.
Incrédula que ese conjunto de inmóviles y envejecidos huesos forrados de piel fueran el mismo buen mozo, jovial y maravilloso hombre que había sido mi todopoderoso padre, durante varias horas insistí en ponerle un espejito debajo de la nariz, para comprobar una y otra vez que realmente no respiraba. La roca de la familia se había ido.
Finalmente, la funeraria lo vino a buscar a media mañana, cuando mi madre y yo, abrazadas, lloramos desconsoladamente.
De volver a nacer y tener la oportunidad de nuevamente elegirlos como padres, no lo dudaría ni un mili-segundo. Volvería a compartirlos con el mundo con placer, el cual es mucho mejor gracias al aporte de ambos.
Nota: el niño que acompaña a Adelino en la foto sería el hijo de un familiar.
Ana Besada
April 2, 2023 @ 2:47 am
Lo que escribes me entusiasma y me inspira