9-11. A 20 Años Del Ataque
El 11 de septiembre de 2001, mi hija tenía 7 años.
Trabajaba como conductora del noticiero del Canal 7 de Buenos Aires.
Esa mañana estaba tomando una ducha, cuando la niñera me golpeó la puerta del baño con inusual insistencia. “La llaman del trabajo señora, es una emergencia” dijo.
Salí aún sin enjuagarme del todo a atender el teléfono y así me enteré de lo que hoy, 20 años después, estamos conmemorando como un ataque terrorista que cambió muchas cosas en el mundo, aunque no cambió al mundo.
Me sequé como pude sin volver a la ducha, me vestí de emergencia, y así, sin el habitual peinado y maquillaje que nos caracteriza a quienes trabajamos en cámara, me presenté en el estudio para lo que se convirtió en una cobertura continua de al menos 48 o 72 horas. No lo recuerdo exactamente.
Entre las historias terribles y los videos más terribles aún que transmitíamos sin parar, nos comunicamos en vivo con una amiga mía de Nueva York, Jessica, quien contó que al enterarse del atentado llamó de inmediato a un amigo suyo que trabajaba en las torres. Estaban hablando mientras él bajaba las interminables escaleras, cuando la comunicación se interrumpió. Nunca volvió a verlo con vida, ni sus restos fueron encontrados.
Las historias como esa se multiplicaron por miles. Personas que dejaron grabados mensajes a sus hijos, esposos, esposas.
De alguna manera, los Estados Unidos habían perdido su inocencia, su sentido de seguridad, de supremacía. Una veintena de veinteañeros sin demasiados recursos, le habían limado los cimientos al fuerte más poderoso.
Tenía programada una vacación con mi hija a Miami veinte días más tarde. Desoyendo todos los consejos en contra, decidí llevarla a cabo.
La experiencia fue única y fantasmal. Miami Beach, a fin de septiembre, estaba desierta. Éramos prácticamente las únicas personas en el hotel, en los restaurantes, en todas partes.
Una mañana fuimos a la playa, y hasta donde podíamos ver, en ambas direcciones, éramos los únicos seres humanos allí.
Aún recuerdo la cantidad de autos que circulaban con enormes banderas norteamericanas, como diciendo “no nos vencerán”. Pero había una sensación generalizada de desasosiego.
El país se recuperó, con los tropiezos de cualquier lugar. Se cometieron muchos y graves errores.
Pero como dije anteriormente, el mundo no cambió.
Seguimos acosados por violencia, partidismos, fanatismos, terrorismo y muchos males generalmente creados por unos pocos, para influenciar a muchos, en su propio beneficio. Será inherente al ser humano.
Quizás algún día aprendamos las lecciones.
Hoy, recordamos a las víctimas del 9-11, y a todas las víctimas que surgieron como consecuencia de ese ataque.
A todos ellos, mi más sentido homenaje.