Gustavo Era Mucho Más Que Mi Amigo
Querido Gus,
Nos debíamos una charla de café pero adelantaste tu viaje, así que tendremos que dejarla para el otro lado.
Que bendecida me siento por tantas cosas. Primero porque te cruzaste en mi camino y ese encuentro cambió completamente -para bien- mi vida.
Desde aquella reunión en NYC, cuando viniste a conocerme en persona. En tu interior, eso te alcanzó para decidir que sabe-Dios-que-cosa-viste-en-mi era suficiente para salir convencido que podría hacer la titánica tarea de conducir un noticiero nacional, al frente de un nutrido grupo de veteranos periodistas, a quienes no les llegaba a los talones.
Tenías cien veces más fe en mí que yo misma.
No conforme con darme una oportunidad de oro, y única en el planeta, dada mi falta de calificaciones y aptitudes para el cargo, me sorprendiste con un nuevo apellido que hasta el día de hoy llevo con orgullo. Esta vez legalmente.
Tu generosidad, tu conocimiento, tu hombría de bien, han dejado marcas imborrables en mí y en una enorme cantidad de gente, quienes tuvimos la fortuna de poder despedirte y homenajearte como corresponde a un ser humano excepcional como tu.
Además, no puedo no mencionar tu sentido del humor. Quien puede olvidar tus salidas y ocurrencias, como permitir que esa masa humana trabajando contra reloj se divirtiera después de cada noticiero, con una guerra de papeles que nos tirábamos jugando y que servía como un cable a tierra después de la tensión que provoca un noticiero en vivo a diario.
No creo en casualidades querido Gus. Si creo que te me apareciste en la vida en el momento en el que más te necesitaba. Me diste un obsequio que no tiene precio y por el cual te estaré agradecida mientras viva. Me diste una profesión, una vocación y una pasión.
Descansa amigo querido. Te lo mereces. Espero que Virginia te haya recibido con los brazos abiertos.
Buen viaje y hasta pronto,
Lana