Adictos al Conflicto
Hay un viejo chiste que me encanta.
Se encuentran dos personas y una le pregunta a la otra: ¿cual es tu fórmula para la felicidad?
El segundo contesta: “nunca discuto”.
El primero retruca: “¡cómo! ¡Eso es imposible!”
A lo que el segundo dice: “Tienes razón. No será eso entonces”.
Ojalá pudiese usar la sabiduría de ese cuentito más seguido. Hay muchas personas que hacen exactamente lo contrario. Son como seguidores de la secta de “Adoración del Conflicto”.
Todos hemos conocido alguna pareja que permanece junta a pesar de constantemente verse involucrada en peleas, conflictos y hasta agresiones muy desagradables e incómodas de presenciar.
Claro que “se necesitan dos para bailar el tango”. Tiene que haber una voluntad de ambas partes para que exista un conflicto. Alguien lo inicia, pero si la otra persona no logra o intenta al menos cortarlo desde la raíz, irá escalando. No hablo de ninguna forma de una relación abusiva, en la cual un hombre, por ejemplo, llega a su casa, inventa una historia supuesta basada en sus dudas o inseguridad o enfermedad de celos y ataca a una mujer indefensa. No. Hablo de parejas o personas que pueden ser hermanos o madre e hija o hijo, quienes siempre tienen una razón para enfrentarse. Quizás un compañero de trabajo o hasta alguien a quien sólo conocemos a través de las redes sociales y que jamás tiene algo positivo para decir…aunque siempre tiene una opinión.
Así como hay adictos al alcohol o al cigarrillo, hay adictos al conflicto. No pueden vivir sin él y muchas veces (por no decir casi siempre) culpan a la otra persona por el origen o por la acción de la pelea.
La única solución para ese tipo de relaciones, si es que quien me lee intenta salir de una de ellas…es la separación. Uno puede tratarse, ir al sicólogo o siquiatra, tratar de hacer todo lo posible para calmar a la otra persona, pero como en toda adicción, nada cambiará hasta que el adicto decida hacer algo para modificar su conducta.
Conocí un hombre (ex amigo) a quien confrontar le daba una satisfacción personal, una especie de sensación de batalla ganada y de poder. Y hasta he tenido más de una relación personal con ésas características. Puede ser una trampa muy difícil de dejar. Pero se puede. Y de todo se aprende. En mi caso aprendí qué es lo que quiero en mi vida, y más importante aún, qué es lo que no quiero.
“Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías, será un día perdido”. Charlie Chaplin