Dia del Periodista
Hacerme periodista fue como un regalo del cielo. Uno de los tantos regalos que me dio la vida. Siempre me gusto leer y escribir, algo que se respiraba en mi familia. Y cuando me llegó la oportunidad de ejercerlo profesionalmente me tiré a esa piscina “estilo palomita”. No estaba preparada, el traje me quedaba enorme y tuve que aprender a los golpes. Empecé demasiado arriba, como la conductora del noticiero nacional de Telemundo. Desde tan arriba la opción más fácil era caer. La primera entrevista que me tocó en suerte hacer, fue la más vergonzosa de mi carrera. Por lejos. Sin un gran dominio del inglés, sin instrucciones de mi jefe ni mis más experimentados colegas, me enviaron a comparecer frente a Al Gore, entonces candidato a la presidencia de los EEUU. Ese hombre inteligente y preparado se enfrentó estoicamente a esta novata que estaba lejos de su altura. El pobre político de carrera no pestañeó ni una sola vez en 20 minutos. No exagero. Agradezco que la cinta grabada se haya perdido para siempre. No creo poder aguantar verla sin descomponerme. En esa época me sentía como un cristiano empujado a los leones en una arena romana. Mis compañeros de trabajo, veteranos todos, fueron muy dulces y nunca me hicieron sentir inferior. Me jugaron algunas bromas, incluso pesadas, pero sin maldad. Al menos es lo que quiero pensar.
Con los años aprendí un poco más de esta profesión que me eligió y que elegí, y me di cuenta rápidamente que el proceso de aprendizaje no terminará nunca. Además es una profesión en la que damos examen y somos juzgados en cada una de nuestras tareas.
Tuve momentos de claudicación cuando mi vida y la de mi familia estaban amenazadas como consecuencia directa de meterme donde nadie me había llamado en un programa de investigación llamado Edición Plus, y cuando decidí regresar desde Argentina a los EEUU y no logré conseguir trabajo. Me decían que estaba “sobre calificada” para los puestos disponibles. Así que trabajé de recepcionista y de lo que fuera despidiéndome “para siempre” de la ingrata profesión de periodista.
Pero una vez que este virus se te mete debajo de la piel, es inútil la pelea. Y aquí estoy, décadas después, de regreso, con programa de radio propio, con otros proyectos a futuro y feliz de desear a quienes pertenecen a esta profesión sin feriados, a este oficio que le ha costado la vida a tantos, un feliz día y una felicitación por no haber elegido el camino más fácil.
¡Feliz día del periodista colegas!