Un Cuento Y Una Experiencia
“Las Croissants De La Boîte À Café”
Pensé que mi historia nunca vería la luz. Que mi vergüenza era única y solitaria. Una estrella fugaz en medio de un infinito espacio intergaláctico, sin destino, sin compañía en mi miseria.
Años de silencio, siguiendo los mandatos y las amenazas de mis abusadores, derritieron cualquier intento de rebelión, de denuncia, de dejar en evidencia lo que me había arruinado la vida, mientras la vivía convencido que todo era mi culpa, una consecuencia de mis acciones. Un camino natural al que estaba predestinado.
Era tan poco, o tanto quizás, lo que necesitaba para despertar de mi sopor. Dos jóvenes. Un hombre y una mujer. Iguales a quienes me lastimaron, pero tan diferentes, se detuvieron en su rutina diaria.
Ese día, su típico café con leche y croissants en La Boîte à Café de la Rue de l’Abbé Rozier de Lyon; la lectura de Le Fígaro y Le Monde de camino a la oficina, tuvo una arista diferente y los frenó de golpe en un tema específico. Uno ajeno a sus vidas y tan cercano a la mía. Uno que para ellos no era más que otra forma de escribir un artículo o un ensayo interesante para sus lectores y que, para mí, ha sido el centro de todas mis vivencias. Al menos desde aquellos lejanos doce años, cuando por primera vez experimenté sexo con otra persona. No de forma natural y curiosa como lo hacían mis amigos -según me enteré después- sino con un adulto que dirigía todos mis movimientos y hasta mis pensamientos, en una manipulación maquiavélica.
Día a día, inocentemente, continuaba mi vida -si es que puedo decir que había algo remanente de mi inocencia robada. Mientras, en otro lugar, en otra dimensión, estos héroes anónimos hacían su trabajo, sin saber que liberarían mis cadenas y la de muchos otros esclavos del abuso. Al menos quienes aún quedábamos, quienes habíamos optado por ser zombis-vivos. Ya era tarde para aquellos que no aguantaron y decidieron matar los fantasmas y a sí mismos.
Un día, era yo, casualmente (¿existen las casualidades?) quien tomaba su café y comía sus croissants en La Boîte à Café de la Rue de l’Abbé Rozier de Lyon. No leía ningún diario de papel. No soporto la tinta en mis dedos. Me irrita. Buscaba noticias en mi celular. Nada en particular y menos de deportes. No quiero saber sobre la actividad que me prometió tanto y me traicionó tan profundamente.
Me sacó de mi ensimismamiento el entusiasmo sonoro de la joven pareja de la mesa de al lado. No soy maleducado, pero no pude evitar mirarlos y analizar la situación. De primera impresión no supe si eran pareja sentimental, pero parecían muy contentos y orgullosos. Estaban celebrando algo.
Me miraron algo compungidos por crear un pequeño escándalo en un lugar público.
Con una sonrisa cómplice, para tranquilizarlos, levanté mi taza de café a modo de brindis. Ellos levantaron las suyas y devolvieron la sonrisa.
—Es que somos periodistas y después de un año de trabajo, al fin nos avisaron que mañana publicarán nuestra última investigación. — dijo ella mostrando dos agradables hoyuelos a ambos lados de su boca.
—Si no es indiscreto de mi parte, ¿puedo preguntar de qué se trata la investigación? — inquirí.
La respuesta cambió todo. Cambió la velocidad de los latidos de mi corazón, el color de mi piel que se volvió pálida y amarillenta, y la relación que tendría a partir de ese momento con todo en mi vida y en particular con la pareja que acababa de conocer.
Una cascada voluminosa de sentimientos y sensaciones acompañaron las palabras que pronunció Mathieu Martiniere.
Daphné Gastaldi, mientras tanto, se levantaba, solícita como una enfermera entrenada en emergencias, a sostener mi cabeza con una mano mientras me abanicaba con la otra.
—“El abuso en el deporte”— había respondido Mathieu. Cinco palabras. Nada más. Y nada menos.
Cuando volví en mí del pequeño desmayo, estaban sentados a cada uno de mis lados.
Por alguna razón imposible de explicar, como respuesta a su amable pregunta de si me encontraba bien, me concentré en los hoyuelos de su rostro joven y apacible y conté, sin parar, lo que había callado por décadas. Metódica y detalladamente, esos dos seres humanos extrajeron de mí, sin filtro, el jugo de mis amarguras, guardado tan celosamente hasta el momento.
Explotaban fuera de mi boca miles de palabras, salían a borbotones. Se había reventado la represa y no había forma de pararla.
Incluí en el relato detalles nimios, importantes, escabrosos, dolorosos. El origen de mi tic nervioso según me dijo el terapeuta. De mi insomnio. De mis repentinos despertares en medio de noches transpiradas. De mis ataques de pánico, de mi poca sociabilidad.
Todo pareció disiparse en un instante. No pude parar de hablar, por horas.
Ellos, silenciosos y atentos, sólo escuchaban. Ella de vez en cuando, tomaba mi mano. El apretaba suavemente mi brazo, como lo haría un hermano, me imagino. Un hermano que nunca tuve y nunca me pudo proteger.
No había tiempo de agregar mi testimonio, uno más de tantos, al completo informe que publicarían al día siguiente. No importaba. Más casos como el mío quedarían para siempre en el anonimato. Pero gracias a Daphné y Mathieu, los abusadores no deberían tener más “carte blanche” para hacer a otros niños lo que me hicieron a mí.
Soy un hombre grande. Sin embargo, no podía evitar verlos como a dos seres extraterrestres enviados a la tierra a salvarme.
Esa misma noche, me llevaron a su estudio y me dejaron leer, en primicia, lo que nadie había visto. Una investigación de un año para ellos y una reivindicación de una vida entera para mí.
En Francia, como en muchos países, personas convictas de crímenes sexuales no tenían restricción alguna para trabajar como entrenadores de menores. En todo el país, en la mayoría de las instituciones, escuelas, iglesias, clubes. Si los descubrían o los denunciaban, simplemente los transferían de club, conseguían un trabajo similar en otro lado sin ningún castigo. Como a los curas abusadores, los enviaban de un distrito que los denunciaba a otro nuevo que aún no los conocía. Igualito.
Mientras nosotros, las víctimas, éramos amenazados, desacreditados, ignorados.
El halo de protección que les daba haber llevado en algunos casos al triunfo de un partido o un campeonato a algún equipo, les servía como escudo antimisil. Eran intocables. Al ser voluntarios no estaban supeditados a ninguna regulación ni organismo que los vigilara. Eran los zorros encargados del gallinero. Solo que las gallinas éramos niños indefensos.
No era mi culpa después de todo. Era un niño que no podía comprender la maldad de lo que me estaban haciendo. Rodeado de adultos degenerados, insensibles, que fallaron en todo. No me protegieron de los malos. Otros malos protegieron a los malos en vez de protegerme a mí. Nos obligaron a protegerlos a ellos y cubrir sus delitos en un manto de oscuridad. A callar. Nos atormentaron con amenazas si abríamos la boca.
En poco tiempo, Daphné y Mathieu se convirtieron en mi nueva familia. Me dieron la posibilidad de hacer público mi caso, aunque respetaron mi decisión de mantenerme en el anonimato. Si me hago famoso, que sea por otro motivo. Quizás me dedique al arte. A los doce, antes de que mataran mi espíritu, mi profesora del liceo me dijo que tenía talento para el dibujo.
Hoy, cerca de cumplir los cincuenta, he decidido darme una nueva oportunidad. Seré un nuevo hombre. Viajaré más. Tomaré clases de cocina. Exploraré el amor. Quizás esté a tiempo de encontrar una pareja maravillosa, de formar una familia. Una familia que protegeré.
Hace ya un año de nuestro encuentro en La Boîte à Café de la Rue de l’Abbé Rozier. Hoy, estoy sentado frente al lago del Parc de la Tete d’Or. ¡Qué brillante está el cielo!
Sacó del bolsillo el artículo que escribieron sobre mi vida, aún sin conocerme, que guardo desde hace casi doce meses. Está arrugado, viejo, amarillento, como la historia que creí me había destruido. No lo hizo. Estoy entero. Me da satisfacción romperlo. En cien pedazos. En mil pedacitos.
Daphné dice que nunca es tarde. Me voy a dar permiso de vivir.
Fin
Si llegaste hasta aquí, te cuento las bambalinas de este escrito.
La editorial VINATEA de España, a cargo de su presidente Salvador Raga, me contactó y me dijo que tenían un proyecto en el que les gustaría que participe.
Habían elegido 101 periodistas de habla hispana de todo el mundo para escribir una historia -novelada -sobre un caso real, que otros periodistas reales habían publicado. La única compensación que recibiría a cambio -según me prometió Raga– era un ejemplar del libro publicado.
Entre las opciones que me dieron, elegí una investigación sobre abusos en el deporte escrito por un dúo de periodistas franceses. De ahí salió lo que escribí y publicaron.
Al enviar mi escrito al Sr. Raga, me contestó con estas palabras: ”
Querida Lana: Plas, plas, plas. (*) Tierno, certero, quirúrgico,
íntimo, narrativo… Me ha encantado tu escrito. Respeto y gratitud por
el personaje. Solo me faltaría un título lo más literario posible para el relato. Lo dicho, un lujo tenerte en el equipo. De corazón. Plas, plas, plas…
(*) Aplausos
Cuando presentaron el libro en la feria de Sevilla no tuve la oportunidad de ir. Todos los gastos correrían por mi cuenta. No fui.
Empezaron a pasar los días, las semanas y los meses. Nunca me enviaron mi ejemplar, ya no me contestaba mis emails ni mis llamadas telefónicas y el Sr. Raga terminó por bloquear mi email. Supongo que los otros 100 periodistas tampoco recibieron su ejemplar. O quizás si.
Cuando al final de la reseña del libro online dice “Como siempre en esta editorial, los beneficios se destinarán a proyectos que mejoren la vida de las personas”, me permito dudar sobre esa aseveración.
Como ven, personas inescrupulosas y mentirosas existen en todas partes.
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Reseña:
El Periodismo es un viaje apasionante a lo desconocido, es el relato informativo diario, el medio necesario para la conciencia social, que es al fin y al cabo lo que implica vivir en sociedad. Quienes saben lo que ocurre y pueden explicarlo y entenderlo cuentan con una virtud de gran valor. La Fundación Vinatea Editorial conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa con una antología de 101 relatos literarios basados en historias periodísticas, conocidas o no, con mayor o menor difusión, o en sucesos acaecidos con periodistas de todo el mundo, en lo que es un proyecto literario y solidario de primera magnitud, un verdadero homenaje a la profesión.
El libro consta así de 101 relatos en páginas impresas en papel de alta calidad, escritos por profesionales relacionados con el mundo del Periodismo, con un estilo libre, narrativo, de intriga, épico o lírico, pero siempre intentando ponerse en la piel del periodista que siguió el caso elegido en cuestión, para desencadenar este con la voz narrativa que desee y algún aspecto que priorice la trama literaria en él. En definitiva, hacer buena Literatura y relatar la ficción de cómo vivió el periodista el caso, cómo se sintió, las circunstancias que acontecieron y su percepción personal de los personajes involucrados en el caso. Como siempre en esta editorial, los beneficios se destinarán a proyectos que mejoren la vida de las personas. Disfruten.