De lo negativo a lo positivo
Cuando tenía 18 años mantuve una conversación con mi tío Cecilio, el hermano de mi mamá. Médico él, me habló como los adultos les hablamos a los jóvenes: desde el lugar del razonamiento y la experiencia, mostrando la realidad tal cual la conocemos para despertarlos de esa fantasía en la que viven estos humanos inmaduros a quienes ya les llegará, con los años, el conocimiento que da el diario vivir.
A cada una de mis afirmaciones y preguntas, mi tío me contestaba con un baldazo de agua fría.
Cecilio: ¿Que queres hacer con tu vida? me preguntó.
Lana: ¡Quiero viajar por el mundo! Contesté.
C: Pero si no tenés dinero
L: Voy a trabajar para eso
C: ¿De qué vas a trabajar si no sabes hacer nada?
L: De lo que sea, ya veré.
C: ¿Y como te vas a comunicar si no sabes hablar mas que castellano?
L: Voy a aprender idiomas, insistí.
Lo que Cecilio no sabía es que ese pequeño diálogo -que espero nunca olvidar- fue el principal motor que movió mi vida. Esos “no” que él me entregó en bandeja con la mejor intención de volverme a la realidad, fueron los que me impulsaron a demostrarle que estaba equivocado, que yo si podía hacer todo eso…y que se convirtieron en la descripción básica de mi vida: viajes, aventuras y aprendizaje de idiomas.
Muchas veces he dado charlas (en NYU para estudiantes de periodismo, en varias universidades argentinas, etc.) y he repetido ésa historia una y otra vez con un claro mensaje final: nunca dejes que ningún “tío”, ni nadie, te diga que no puedes hacer aquello que quieres hacer. Sin que él lo supiera, me pasé la vida demostrándole lo equivocado que estaba. Todos hemos tenido situaciones similares y para peor, a veces no ha sido un tío ni una tía, ni un padre o un maestro ni un amigo quien nos dijo que “había algo que no podíamos hacer”, sino que esa persona ha sido y es nuestro peor enemigo: nosotros mismos.
Continuamente debo recordar esto que estoy escribiendo. Hace pocos meses y después de varios años de luchar contra el Alzheimer, mi tío Cecilio se ha despedido de su vida en la tierra.
Feliz paso a la vida eterna querido Cecilio, y gracias por ayudarme tanto aún sin saberlo.
Foto: Cecilio en su juventud.